EL
MUNDO
18 julio
2019
Los
genes no funcionan igual en hombres y en mujeres
Estatura, rasgos faciales, voz,
movimiento... Lo que nos diferencia no siempre está condicionado por un único
gen que está o no presente o se enciende y se apaga.
El dimorfismo sexual, lo que hace que machos y hembras
seamos distintos, tiene una base genética que da lugar a formas dispares. Desde
las astas de los ciervos, a la larga cabellera del león o la rojiza nariz de
los mandriles machos, en la naturaleza hay una infinidad de ejemplos de estas
diferencias. Las más notables son los propios genitales o las mamas, en el caso
de los mamíferos. Normalmente, son los cromosomas X e Y los que provocan la
divergencia entre sexos durante el desarrollo y la madurez. Pero no son los únicos.
Estatura, rasgos faciales, voz, movimiento, lo que nos diferencia no siempre
está condicionado por un único gen que está o no presente o se enciende y se
apaga.
Para averiguar qué más influye en cómo somos, un grupo de
investigadores de los Institutos Whitehead y Howard Hughes del MIT y de la
Escuela de Medicina de Harvard (EEUU) se ha centrado en nuestro tamaño
corporal. Es lo que los genetistas llaman un carácter complejo, no sólo por
estar fuertemente condicionado por el ambiente, sino porque depende de muchos
genes a la vez. Lo que han hallado les ha sorprendido a ellos mismos: los genes
funcionan de una manera distinta en hombres y en mujeres.
"Los genes que controlan la estatura humana muestran
una expresión sesgada por el sexo, de tal manera que explican algunas de las
diferencias entre hombres y mujeres en la altura media", ha señalado a EL
MUNDO Sahin Naqvi,
científico del Instituto Whitehead del MIT y autor principal del estudio,
publicado este jueves la revista Science. Lo que han
visto, es un comportamiento distinto entre machos y hembras en la proporción en
la que actúan los genes involucrados en la altura. Pero, al analizar otros
caracteres, también por métodos de genética cuantitativa, han encontrado un
patrón similar. El hallazgo se repite y abre la puerta a estudios médicos de
precisión.
Enfermedades que
prevalecen en mujeres
"Esto sirve como una prueba de concepto de que podemos,
de manera relativamente sistemática, usar la expresión génica sesgada por el
sexo para explicar ciertos fenotipos que son diferentes o cambian entre los
sexos", ha explicado Naqvi. La diana se centra,
ahora, en aquellas enfermedades que prevalecen en mujeres o en hombres, pues se
abre una vía para una medicina más específica.
Naqvi y sus colegas han mencionado varios
casos concretos, como el del Factor de Transcripción del gen KLF14, que en el
tejido adiposo aumenta la resistencia a la insulina y el riesgo de diabetes
tipo 2, sólo en mujeres. "Muchas enfermedades muestran diferencias en la
incidencia, prevalencia o gravedad entre los sexos. Por ejemplo, las
enfermedades autoinmunes como el lupus y la esclerosis múltiple son más comunes
en las mujeres, mientras que el autismo y las enfermedades cardiovasculares son
más comunes en los hombres", ha destacado Naqvi.
Sin embrago, los datos que han utilizado los investigadores
no sólo proceden de nuestra especie. El estudio de Naqvi
y sus colaboradores se ha hecho en mamíferos y, para ello, han secuenciado y
analizado el ARN humano (una molécula similar al ADN que procede de la acción
de los genes y que puede usarse para medir su actividad), de macacos, ratones,
ratas y perros. Las muestras proceden de 12 tejidos diferentes de machos y
hembras de cada especie: piel, grasa, músculo, corazón, hígado, colon, pulmón,
cerebro, glándula suprarrenal, pituitaria, bazo y tiroides.
En este estudio se han encontrado cientos de diferencias
(observadas en 3.000 genes), para cada tejido, en el modo en que funciona la
genética según el sexo y que contribuyen a un dimorfismo sexual que hasta ahora
no era evidente. En números, el 12% de la disparidad de estatura promedio puede
explicarse a través de diferencias genéticas entre hombres y mujeres.
Hay que tener en cuenta que el equipo de Naqvi
ha medido efectos sexuales en genes que no están en los cromosomas X o Y y que, por lo tanto, no están directamente ligados al sexo.
Este es un efecto poco conocido hasta ahora y que demuestra que, en distintos
tejidos, un gen podría producir un mayor impacto según se trate de hembras o
machos.
Por otro lado, al tratar con especies que abarcan una gran
parte del árbol evolutivo de los mamíferos, este trabajo tiene implicaciones de
linaje. La mayoría de las diferencias sexuales en la actividad de los genes que
han estudiado, hasta un 77%, no se da en los cinco modelos animales, luego
proceden de una adaptación evolutiva reciente. "Las cinco especies
comparten un ancestro común de hace unos 100 millones de años, lo que nos
permite inferir, aproximadamente, cuándo en la evolución de los mamíferos surgieron
ciertos sesgos sexuales en la expresión de los genes", ha indicado para
concluir Sahin Naqvi.